catedral de almería
En 1522, tan sólo treinta años después de la reconquista de Almería por parte de los Reyes Católicos, un fatídico terremoto destruía por completo el mayor templo de la ciudad. Fue entonces cuando el obispo local, Fray Diego de Villalán, mandó construir una nueva catedral, cuya envergadura y porte pudieran ser dignos de la sede episcopal de la Diócesis de Almería. Presumiblemente proyectada por el arquitecto Diego de Siloé, y ejecutada más tarde por Juan de Orea, la catedral tuvo, desde sus mismos inicios, una vocación defensiva, encaminada a soportar los continuos ataques y razias de piratas y moriscos sublevados. Fruto de numerosas modificaciones, en su mayoría en pro de un mayor poder defensivo, sus diferentes estilos abarcan desde el estilo gótico tardío y el renacentista, hasta el barroco o el neoclásico.
Junto a sus característicos contrafuertes y torreones almenados, la catedral destaca gracias a su puerta principal, cargada de una gran ornamentación en comparación al resto del perímetro. La misma, marcadamente renacentista, se divide en dos grandes alturas: la parte baja exhibe dos recias columnas pareadas, cuyo modelo es, a todas luces, el tradicional arco del triunfo romano. Asimismo, la parte alta de la puerta esconde, mediante alegorías y escudos, un verdadero canto al poderío militar e intelectual del emperador Carlos V. Por su parte, la otra puerta de acceso ―llamada puerta de los Perdones―, se encuentra discretamente situada en la calle Velázquez. Diseñada igualmente por el arquitecto Juan de Orea, su esquema arquitectónico es muy similar al de la puerta principal, con la excepción de que en este caso el homenaje monárquico recae, por medio de un escudo, sobre el rey Felipe II.
El actual templo mantiene la planta de salón formada por tres naves de altura baja y uniforme ―este último es un aspecto contrario a la norma, pero tremendamente eficaz a la hora de soportar mejor los impactos de artillería―. Su azotea, asimismo, continúa siendo plana, tal y como fue diseñada cinco siglos atrás a fin de ser utilizada como asentamiento de cañones. Destaca su altar Mayor, presidido por un magnífico retablo de estilo barroco. Y tras este, encontramos otra capilla oculta, de carácter funerario, en la cual yace el bello sepulcro del obispo Fray Diego de Villalán. Es el muro exterior de esta capilla el que exhibe el Sol de Portocarrero, un llamativo bajorrelieve de un sol antropomorfo que, con el tiempo, se ha convertido en verdadero símbolo de la provincia almeriense.
Además de otras seis capillas, dedicadas a obispos, santos y vírgenes, también podemos visitar el espacio reservado al coro. Se trata de un conjunto de 75 asientos, tallado en madera de nogal durante la segunda mitad del siglo XVI. Sobre estos asientos descansan dos enormes y valiosos órganos barrocos.
La sacristía, decorada magníficamente con medallones y coronada por una gran bóveda de medio cañón, Y el claustro, un recinto interior al aire libre construido, en origen, como patio de armas.