Catedral-basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza
Cuenta la leyenda cristiana, que el templo se construyó a partir del pilar de mármol donde se le apareció “en carne mortal” la Virgen María al apóstol Santiago el 2 de enero del año 40 d.C. Se habla de venida y no de aparición, ya que la Virgen vivía entonces en Palestina. En la pequeña capilla donde se alojaba la columna, se construyó una iglesia mozárabe dedicada a Santa María, después una iglesia románica, otra mudéjar y finalmente el templo barroco que conocemos actualmente. El Pilar ostenta el título de Catedral desde 1676 y de Basílica desde 1948, por ello se llama Catedral Basílica del Nuestra Señora del Pilar.
El templo se articula en tres naves, de igual altura, cubiertas con bóvedas de cañón, en las que se intercalan cúpulas y bóvedas de plato, que descansan sobre robustos pilares. El exterior es de ladrillo, siguiendo la tradición de construcción en ladrillo aragonesa y el interior revocado en estuco. La nave central se halla dividida por la presencia del altar mayor bajo la cúpula central, con el gran retablo mayor de la Asunción, perteneciente a la iglesia anterior, realizado por el escultor Damián Forment en el siglo XVI. Bajo las otras dos cúpulas elípticas de la nave central, se dispuso la Santa Capilla de la Virgen del Pilar, un templete barroco construido por Ventura Rodríguez entre 1750 y 1765 para alojar la columna.
El volumen exterior de la Basílica del Pilar alcanza proporciones majestuosas. A lo largo de los siglos, y sobre todo desde la edificación barroca, el templo ha ido engrandeciendo su silueta con el alzado de cúpulas y de torres en sus ángulos. En 1944 se convocó una limosna popular para reformar la fachada sur, vertiente a la plaza. El proyecto de Teodoro Ríos se ejecutó entre 1945 y 1950 y consistió en enmarcar con pórticos de frontones triangulares sobre columnas corintias las dos entradas principales de los extremos del templo. En 1969 se inauguró la escultura-retablo de Pablo Serrano en el centro de la fachada, quedando como telón de fondo al final de la calle Alfonso.
La catedral, fue bombardeada por los napoleónicos durante el segundo sitio de Zaragoza, en Diciembre de 1.808, durante la guerra de independencia para minar la moral de la población resistente. Todavía hoy se encuentran marcas de cañonazos franceses sobre su fachada.
Nada más estallar el conflicto fratricida español, en la madrugada del tres de agosto de 1.936, un bombardero Fokker F-VII del ejército republicano español, efectuó una descarga de cuatro bombas sobre la ciudad. Esta vez, el templo sagrado tampoco iba a librarse de un nuevo bombardeo. Dos de estas bombas cayeron sobre el templo; Una de ellas atravesó el techo y la otra cayó sobre el mismo marco del coro. Por fortuna, ninguna de las bombas estalló, hecho que tanto el bando nacional como la población zaragozana atribuyeron a un milagro de la Virgen.