Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu
El Santuario de la Patrona de Gipuzkoa se encuentra en un impresionante paisaje de macizos rocosos, profundos barrancos y desfiladeros que se abren y acercan los límites de Araba, Nafarroa y Gipuzkoa.
Dice la tradición que, a un pastor llamado Rodrigo de Balzategi le apareció la Virgen sobre un espino y éste, asombrado, le preguntó: «Arantzan zu?» (¿Tú, en un espino?). Luego siguieron los
siglos de devoción, de peregrinación, de arte y de cultura. El monasterio sufrió incendios de forma casual o intencionada en repetidas ocasiones, teniendo que ser reedificado otras tantas
veces.
Las obras del actual Santuario comenzaron en 1950, y estuvieron dirigidas por los arquitectos Sáenz de Oiza y Laorga.
Entre los elementos a mencionar se encuentran la fachada de la basílica, en la que destacan sus tres torres de forma puntiaguda que hacen honor al espino, la Piedad y los 14 apóstoles. Estas dos últimas, obras de Jorge Oteiza.
Tras cruzar las puertas de hierro, obra de Eduardo Chillida, la y el visitante descubre un imponente retablo mayor de 600 m2, concebido en madera y policromada por Lucio Muñoz. En el centro del
retablo, se encuentra el camarín de la Virgen María del S. XIII, cuyos murales fueron elaborados por Xabier Egaña.
Por último, tenemos las vidrieras que iluminan el espacio, realizadas por Xabier Álvarez de Eulate.
Tras bajar a la cripta, encontramos con las pinturas de Néstor Basterretxea, que muestran la evolución de la historia del ser humano y de Cristo Resucitado.