catedral de pamplona
Ubicada sobre el promontorio del Casco Antiguo de Pamplona, en idéntico lugar en que se asentó la Pompaelo romana, se encuentra la Catedral de Santa María, obra culminación del gótico de los siglos XIV y XV. La sobriedad de su fachada neoclásica, obra de Ventura Rodríguez, contrasta con la estética gótica del interior del templo, cuya nave central, de 28 metros de altura, alberga el bello sepulcro de Carlos III de Navarra y su esposa Leonor de Castilla. Pero la verdadera joya de esta Catedral es su claustro, considerado como uno de los más exquisitos del gótico universal.
La fachada de la catedral, de factura neoclásica, es, sin duda, el elemento más polémico del conjunto; obra del arquitecto madrileño Ventura Rodríguez, el cabildo la mandó construir en 1783 para sustituir a la primitiva románica, muy deteriorada. Afortunadamente, hoy todavía podemos contemplar sus bellos capiteles en el Museo de Navarra. Su cuerpo principal es fiel reflejo del templo griego, con frontis y columnas, a cuyos extremos se erigen dos altas torres, una de las cuales alberga la Campana María, que con sus 12 toneladas es la segunda más pesada de España.
El interior, la planta de cruz latina cuenta con tres naves, capillas entre los contrafuertes y cabecera con capillas que forman la girola. El grandioso y austero templo está cubierto con bóvedas de crucería, ventanas de tracerías flamígeras y dos rosetones. En la nave central se encuentra el Mausoleo a los Reyes de Navarra Carlos III el Noble y Leonor de Trastámara, obra de soberbio valor artístico realizada en alabastro por Johan Lome de Tournai. El conjunto escultórico se completa con 28 figuras de nobles y alto clero que rodean a los reyes yacentes, sobre una cripta que guarda restos de monarcas y príncipes enterrados.
Preside el templo la talla de madera revestida en plata de Santa María la Real. Ante esta virgen románica del siglo XII, la más antigua de las imágenes marianas conservadas en Navarra, se coronaban, bautizaban y bendecían los reyes navarros. El retablo de Caparroso (1507), el lienzo de Fray Luis Ricci (1632), ambos en la girola, o el Santo Cristo crucificado, obra maestra de Juan de Anchieta (siglo XVI), que se encuentra nada más entrar a la izquierda, son las obras artísticas más sobresalientes del recinto religioso.
De visita obligada es el claustro, uno de los mejores ejemplos del gótico universal; en esencia, una combinación magistral de curvas y rectas dominada por las grandes arcadas ojivales y treboladas, rematadas por pináculos con maineles, decoraciones y tracerías de gran elegancia. Sus columnas y paredes están decoradas con grafitos que han sobrevivido a los avatares del tiempo. Se trata de interesantes inscripciones y dibujos fechados entre los siglos XIV y XX, entre los que destaca un conjunto de dibujos de torres medievales, escudos, apellidos, o consignas de la Guerra de la Independencia.
Al conjunto, que presenta cuatro corredores, se puede acceder a través de dos bellísimas puertas: la de la Preciosa, cuyo nombre deriva del salmo que los canónigos cantaban al pasar por ella para acceder al dormitorio: «Pretiosa in conspectu Domini, mors sanctorum eius», y la de Nuestra Señora del Amparo, cuyo tímpano destaca por el dramatismo que relejan sus personajes en la Dormición de la Virgen y en cuyo mainel central, observamos la imagen gótica de una sonriente virgen protegida bajo un decorativo dosel. Merece la pena detenerse en el sepulcro de Leonel, hijo bastardo de Carlos II, y en la Capilla Barbazana, que guarda bajo bóveda estrellada el sepulcro del obispo Arnalt de Barbazán y que preside la Virgen del Consuelo, una excepcional imagen gótica realizada en piedra policromada.
Completan las dependencias catedralicias la Biblioteca, con más 14.000 volúmenes, la Sacristía rococó, y el Refectorio y la Cocina, con una gran chimenea de 27 metros de altura, en los que se ubica el Museo Diocesano. Este museo alberga una valiosa decoración de arte sacro, entre la que destaca una colección de tallas medievales de la Virgen.